Una pequeña historia de la vida real


Hace varios años, acababa de jubilarme, y me ofrecí de voluntario para trabajar en el geriátrico Martín Rodríguez de Ituzaingó. Allí entre muchos de mis pacientes, conocí a una pareja de ancianos que compartían su vida en un pequeño departamento de la institución. Ellos como prueba de agradecimiento por mi atención ,me prepararon y me regalaron una lata  que había contenido duraznos y donde ahora crecía una pequeña y hermosa planta de araucaria. Esta fue creciendo con el tiempo y fue trasladada a varias macetas. Nunca quise colocarla en tierra por su excesivo crecimiento, veinte metros o más pero si la quiero conservar, lleva con nosotros nueve años y hoy me invitó a que posara con ella en homenaje a aquellos viejitos que me testimoniaron su cariño y perduran en mi recuerdo.



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