QUIERO ESCRIBIR UN CUENTO
Entraron por la puerta, haciendo tanto ruido que, levanté la mirada del
periódico. Estaba en ese viejo café Roma cuyo dueño era gallego, perdón
asturiano, con el que habíamos tenido una fraternal plática, un año atrás.
Luego de solicitarle “un cafetín”,con el mejor acento astur, me dispuse a
continuar haciendo tiempo un rato mas. Fué entonces cuando ellos pene-
traron  al lugar de mi tranquila espera y  no supe que hacer. Reconozco que
algo de temor me inspiraron. Recordé la película y el aleteo bullicioso me
dejó inmóvil. Pude ver como siete u ocho pajaritos jugaban como chicos, haciendo una ronda en el ventilador de techo que, por supuesto y dado
lo añejo del lugar, estaba a varios metros del piso. Me parecieron gorriones
por la descolorida humildad de los ropajes. Miré de reojo a mi alrededor
y no ví a nadie, salvo al patrón renegando con la máquina de café.
Por un instante temí moverme. Las aves picoteaban algunas miguitas de las
mesas sin importales mi presencia. Pero de pronto, algo ocurrió. Un pajarito
pequeño se posó en el borde del respaldo de la silla que, estaba frente a mí
Me miró, giró la cabeza en ambas direcciones y luego de emitir un sonoro trino, levantó vuelo y salió del local junto a la bandada.
Extasiado, me encontró el patrón, al traerme el café. No pudiéndome contener por lo que había presenciado le pregunté-¿Vió lo que pasó recién?
-Hombre, pasa varias veces. Vienen revolotean y se marchan. Pagué lo consu- mido, aliviado porque no estaba alucinando, y comencé a relatarles  lo que me ocurrió, una tarde sin  testigos, en un día que por varios motivos, me sentía muy bien. Era uno de mis días”angelados”  y al verlos por la ventana
Dirigirse al cielo, confieso que sin humildad, pensé, es verdad, Dios me ama.

Raymond Llarvi Dic 2013  

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